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Aunque mucha gente te dirá que tus años en la universidad son los mejores de tu vida, no se pueden negar las presiones a las que te enfrentarás cuando estés aquí. Desde la angustia de los exámenes a las preocupaciones por los trabajos del curso, pasando por los dramas del campus y las neveras sucias, normalmente hay algo, o varias cosas, en tu cabeza.

Cuando tu mente está llena de preocupaciones, por grandes o pequeñas que sean, es difícil vivir el momento. Ahí es donde puede ayudarte aprender algunas de las habilidades y técnicas de la atención plena.


¿Qué es la atención plena?

Imagina que tu cerebro es un frigorífico compartido a final de curso, y que todos esos pensamientos y preocupaciones que pesan sobre tu mente son la leche congelada, el queso rancio y el pepino licuado que hay dentro... entonces la atención plena es los guantes de goma, la bolsa de basura y el spray limpiador que te ayudarán a despejar el desorden y hacer que tu frigorífico, y tú, volváis a sentiros impecables y relucientes.

He aquí siete maneras de iniciar ese proceso, y garantizar que estos legendarios "mejores años de nuestra vida" sean realmente eso.


1. Primero, respira

Respirar es algo que has estado haciendo constantemente desde que naciste, por lo que es fácil darlo por sentado. De hecho, es algo a lo que rara vez prestamos atención, simplemente ocurre en segundo plano. Así que dedica un poco de tiempo a concentrarte sólo en tu respiración. Observa cómo sube y baja el pecho al inspirar y espirar y, mientras lo haces, intenta desconectar de todos los pensamientos de tu cabeza. No te preocupes si no puedes al principio, no siempre es fácil. Pero reserva un tiempo cada día para estudiar tu respiración y, con el tiempo, podrás apartar esos pensamientos durante más y más tiempo.


2. Desconecta el piloto automático

¿Recuerdas la última vez que te cepillaste los dientes? No estamos diciendo que no te los cepilles, eso es cosa tuya y de tu dentista, lo que decimos es que probablemente no pienses mucho en una actividad que has hecho unas 10.000 veces o más a lo largo de tu vida. Es una actividad de piloto automático, y todos las tenemos... fregar los platos (no entremos en eso), consultar el correo electrónico, conducir a lugares conocidos, por ejemplo. Ahora, en lugar de activar el piloto automático la próxima vez que te laves los dientes, piensa en lo que estás haciendo. Aprecia la sensación, el sabor fresco del agua y la frescura mentolada de tu aliento. Cuanto menos tiempo pasemos con el piloto automático, más tiempo tendremos para disfrutar plenamente de nuestra vida. Encuentra tus actividades de piloto automático y dedícate a ellas.


3. Sal de tu cabeza y entra en tu cuerpo

A menudo, la vida de estudiante implica perderse en pensamientos, enfrascarse en teorías y, en general, estar agobiado por la tensión intelectual que supone absorber nueva información, ideas y conceptos. Todo este esfuerzo cerebral puede hacer que descuides tus sentidos sin darte cuenta, y que te pierdas la estimulación y las experiencias que existen fuera de esa burbuja académica.

Involucrar esos sentidos es un paso vital para escapar de tu mente, aunque sólo sea por un rato. Incluso placeres sencillos como acariciar a un gato, oler una flor o tumbarte en la hierba pueden darte un impulso. Y cuando te sientas realmente presionado, salir a correr, montar en bici o nadar (para conseguir puntos extra de mindfulness, darse un chapuzón en el mar o remar en el río es una forma estupenda de entrar en contacto con la naturaleza) te obligará a existir en el momento, y después te ayudará a relajarte y a sentirte bien.


4. Mira el mundo pasar

Por supuesto, la atención plena no es sólo esfuerzo físico. Si te dijéramos que ser consciente es tan fácil como ir a una cafetería o a un bar y tomar algo, ¿te parecería atractivo? El simple acto de observar a la gente y tratar de imaginar quiénes son, qué hacen y en torno a qué gira su vida, es una forma estupenda de liberar tu mente. Se trata de salir de tu propia experiencia y ver las cosas desde el punto de vista de otra persona.


5. Charla con tu mente

La próxima vez que estés con un grupo de amigos, o en un seminario, y te cueste concentrarte en la tarea que tienes entre manos porque estás preocupado por otra cosa, como tus finanzas, tu cada vez más elástico calendario de preparación de exámenes o alguna de las cien cosas restantes, prueba esta sencilla técnica de atención plena. Pide educadamente a tu cerebro que se calle. Recuérdale que estáis en el mismo equipo y que te gustaría disfrutar del momento, y pídele que vuelva más tarde. Es sorprendente lo bien que puede funcionar. Por supuesto, si tus pensamientos se arremolinan y chapotean, puede resultar difícil. Pero con un poco de conciencia y un suave estímulo, puedes empezar a ajustar la forma en que interactúas con tu cerebro. Al fin y al cabo, ambos estáis en el mismo equipo, aunque a veces no lo parezca. Y si eso no funciona...


6. Pon tus pensamientos en su sitio

Como muchos niños pequeños han aprendido, "los palos y las piedras pueden romperme los huesos, pero las palabras nunca pueden hacerme daño". ¿Y adivina qué? Los pensamientos tampoco pueden hacerte daño. Por muy terribles, amenazadores o insistentes que sean, no tienen poder sobre ti. Ni siquiera necesitas creerlos, y puedes reaccionar ante ellos a tu antojo. Comprender el poder limitado que los pensamientos tienen sobre ti te ayudará a sentirte capacitado y capaz de controlarlos.


7. Meditación

Puedes incorporar fácilmente la mayoría de estas técnicas de atención plena a tu rutina diaria, pero no tengas miedo de dedicar tiempo a la meditación a la antigua usanza. Si te apetece, busca un lugar tranquilo, siéntate y relájate. Empieza por tomar conciencia de tu respiración, mantén la espalda recta y cierra los ojos. No tengas miedo de pedir a tu diálogo interior que "se calle" y ver si puedes aclarar tus pensamientos. Como con cualquier otra cosa, cuanto más practiques, mejor podrás relajarte.

Puede ser el antídoto perfecto para todo, desde el estrés de los exámenes hasta los ajustes generales de la vida que puede suponer mudarse a una nueva ciudad. Merece la pena probarlo al menos una vez, porque nunca se sabe, puede ser tu arma secreta para sobrellevar la vida estudiantil.


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